Casa ajena
Las manos de una mujer realizan una serie de labores con ternura: dan de comer a una vaca, cepillan la crin de un caballo, hilan el pelaje de una oveja mientras cortan, peinan, cosen, construyen; hacen el trabajo que sostiene la vida de una casa.
En Casa ajena —primer libro de María Ignacia Valdebenito— el oficio es un lente con el cual miramos la figura materna. Dentro de la intimidad, la hablante y la madre habitan juntas el tiempo del trabajo; en él, comparten la tarea de sostener un hábitat cerrado sobre sí mismo. El detalle de cada gesto nos direcciona a la vulnerabilidad de vivir expuestas a materiales, objetos y herramientas que es necesario saber manejar, como «Imanes en sus polos correctos para estar tan cerca / como se puede estar de todo lo que no es nuestro propio cuerpo». En estos poemas, la fragilidad tiñe las relaciones con el mundo y las mujeres de una familia. Allí, el cuidado surge como una necesidad. La escritura de Valdebenito indaga en el espacio habitado por los afectos y los modos de sobrevivencia, ofreciéndonos una mirada donde cuerpos y objetos están en constante movimiento, donde los gestos de las manos configuran su propio lenguaje de intimidad.