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ISBN 978-956-420-881-7

Postales de Georgia

Autor:Ramírez, Georgina
Editorial:Ramírez Avilé, Georgina
Materia:Poesía venezolana
Clasificación:Biografías, literatura y estudios literarios
Público objetivo:General
Publicado:2025-05-04
Número de edición:2
Número de páginas:110
Tamaño:12x20cm.
Precio:$7.000
Encuadernación:Tapa blanda o rústica
Soporte:Impreso
Idioma:Español

Reseña

Este libro que la poeta venezolana Georgina Ramírez publica en Chile, obtuvo la Beca de Creación otorgada por el Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2020. Esto nos indica que su extraordinario proyecto poético que comenzó siendo una niña muy pequeña, no es solamente reconocido en su patria latinoamericana y en Europa. Y ahora es una poeta nuestra refugiada en Chile, un regalo para la poesía.

Una pequeña digresión: no puedo evitar hacer mención que Venezuela en 1973 se convirtió en la nueva patria de tantos exiliados que fueron recibidos como hermanos caídos en la desgracia de las dictaduras latinoamericanas. Y como el tiempo es cíclico y “da vueltas en redondo” como dice Úrsula Iguarán en Cien años de Soledad, ahora los venezolanos llegaron a Chile escapando de la dictadura de Chávez y Maduro; me duele percibir que el trato hacia ellos, los inmigrantes venezolanos, no tiene nada que ver con la bienvenida de héroes que tuvieron los chilenos, entre los cuales iba una joven periodista llamada Isabel Allende que comenzó a escribir su primera gran obra como una carta dirigida a su amado abuelo. Así se reescribió una parte de la historia de Chile en La casa de los espíritus, una obra que jamás se hubiera escrito sin el cisma del 73 en este lugar del fin del mundo.
Así veo a Georgina Ramírez Avilé: la mujer que escribe su tierra para no olvidar, ni que la historia olvide que toda dictadura es infernal y cavernaria. Su libro está compuesto como una trilogía que se inicia con Una mujer llamada ciudad, continúa con Una ciudad llamada dolor, para cerrar con Un dolor llamado país.

Una mujer llamada ciudad nos presenta a esta “Hija de Eros”: Diosa hermanada con la ciencia y con el vicio/ santuario añoso de placeres y su resplandor que se despliega en la piel del mundo y en las postales de distintos lugares que la autora ha visitado. Pero siempre es la mujer asombrosa y asombrada de su propio cuerpo y las marejadas de la pasión: No supo contener dentro de su vientre/ ese fuego que inquietaba las caderas/ y estallaba el paso// No le era permitido ser tan bella/ tal vez por eso/ él la amó// La amó tanto que se hizo cenizas a su lado.

En el poema “Azores” nos sorprende: Esta isla que hoy habito/ tiene tu nombre// llegué aquí de tanto naufragio/ contenido en el pecho// primero fui sirena/ luego sal// en mar también/ me convirtió tu partida// un cuerpo/ vestido de ausencia// de a poco/ el agua fue cesando/ y solo quedó el vacío/ esta hoja ya no en blanco/ un fragmento de tierra/ atracado a un poema.

En “África”, la fémina se transforma: Hambrienta/ preparo la celada/ percibo el temblor de tu cuerpo// Salivo/ atenta a la mordida/ mientras advierto la palidez en tu rostro/ destilan los fluidos// Me arrastro en acecho/ olfateo el espacio/ ese olor exasperado// soy puro instinto garras y dientes/ alerta a la presa/ aullido que ahoga en la entrepierna// Licántropo sediento/ que aterriza en tus hechuras// no temas// Soy un animal domesticado.

En la segunda parte, Una ciudad llamada dolor, está vivo el desgarro del desarraigo y en “Confesión” podemos registrar su Ars poetique y el temple de ánimo que habita la palabra sagrada de la poeta: Intento escribir el mundo/ para que duela menos/ y el poema no se resiste// Pero queda la herida/ el país/ en carne viva/ardiendo.

Y el inconmensurable dolor del niño en su inocencia viendo y viviendo lo que ningún niño debería experimentar: Querías andar en bicicleta/ por tu calle/ ser ese olor a tierra/ cualquier día de trompos y metras/ ser bombero o policía// Querías ser un niño// Pero naciste en un país/ que no sabe abrazar la infancia.

La tercera parte se cierra con Un dolor llamado país, donde podemos ingresar en la fragua misma del sufrimiento y del horror. Solo me permito la libertad de reproducir completo el poema que inicia el capítulo final como un epítome del infierno poetizado por la espléndida y eficaz mano-corazón-mente de Georgina Ramírez, un nombre para recordar porque fiel a Tolstoi que aconsejó a todo escritor pintar la propia aldea para ser universal, se cumple a cabalidad en estas Postales de Georgia.

Teresa Calderón

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