Creciendo conectados en Chile
Usos, riesgos y aprendizajes digitales preadolescentes
Este estudio cualitativo profundiza en la relación que niños y niñas chilenos de entre 11 y 13 años (13 grupos focales, n= 87) establecen con las tecnologías digitales, revelando un panorama marcado por el acceso temprano y multifuncional, pero atravesado por importantes diferencias socioeconómicas y sexo. A través de tres ejes de análisis —ecología digital, vida escolar digital y resiliencia ante riesgos— se observa que la experiencia digital de estos jóvenes se enmarca en una vida híbrida, donde lo virtual y lo físico se fusionan, y en la cual la privacidad adquiere un rol central como herramienta de autonomía, especialmente entre las niñas.
Una de las principales tensiones identificadas es la desigualdad en la mediación parental.
En contextos vulnerables, predomina una mediación restrictiva o negligente, al parecer estaría vinculada a bajos niveles de alfabetización digital por parte de los padres. En cambio, en sectores de mayores ingresos, se evidencian estrategias más activas, con prácticas de co-visión y acompañamiento técnico. Estas diferencias reproducen desigualdades estructurales en el aprovechamiento de las oportunidades de la sociedad digital. Además,
dinámicas familiares como la necesidad de cuidado a distancia o el contacto con padres no convivientes (en casos de separación) explican un acceso muy temprano a dispositivos personales, incluso desde los cinco años o antes, en todos los niveles socioeconómicos. En el ámbito escolar, la integración de la tecnología se da principalmente de forma instrumental y acrítica (búsquedas rápidas), lo que limita su potencial para generar aprendizajes significativos. Si bien las tecnologías digitales están presentes tanto en procesos formales como informales, su uso educativo parece carecer de mediación sistemática por parte de adultos o instituciones. Las y los estudiantes recurren a plataformas digitales para apoyar sus estudios y explorar intereses personales, pero lo hacen sin una guía clara desde las escuelas que sea identificada por los estudiantes. Aunque los participantes reconocen que existen normas de convivencia digital en general, estas no son percibidas como fruto de la enseñanza explícita ni integradas a las dinámicas escolares de manera coherente.
El estudio también revela una preocupante normalización de los riesgos digitales por parte de los niños y niñas, como es la exposición a contenido sexual o violento, que muchas veces es minimizada o no reconocida como dañina. Las estrategias de afrontamiento frente a estos riesgos son desiguales: en contextos vulnerables predomina la evasión, mientras que en sectores más acomodados se observan acciones más proactivas, como el bloqueo o reporte de contenido. La escuela, nuevamente, aparece rezagada en la formación en resiliencia digital, dejando a los estudiantes a cargo de la creación de normas entre pares y sin acceso sistemático a herramientas basadas en evidencia o apoyo adulto.
Este estudio subraya la urgencia de abordar las brechas digitales socioeconómicas y de género, así como de promover una alfabetización digital crítica y una formación en resiliencia que permita a niños y niñas participar de forma segura, consciente y constructiva aprovechando las oportunidades de la sociedad digital. Esto requiere un compromiso activo de las escuelas, las familias y las políticas públicas, para que las trayectorias digitales de los menores no queden determinadas por las desigualdades y condiciones sociodemográficas en las que nacen y crecen