El manifiesto de las cosas
La energía y la materia danzan en este manifiesto, una danza que va y regresa en mil vórtices, formas y cosas que caen y vuelven a volar; por ello, en este poemario el poeta alzó la mirada y se sumergió en la belleza de todo lo que vio, y entonces comprendió que todo era uno: la suave arcilla que había modelado a su delicada amada era la misma sustancia de los fulgores del cielo ardiente, y solo desde ahí pudo contemplar la inmensidad de la ensoñación cuántica del cosmos, sus ojos recorrieron universos, galaxias, sistemas solares, cajones y muebles, la tierra, el mar, las montañas, la diversidad de la fauna, la célula, la molécula, el átomo… Y como ya era su costumbre, inspiró profundamente el vaho de esas cosas, de todas esas cosas, y en un profundo suspiro manifestó su infinito en las palabras que llenan esta creación.