Reseña

Lo inefable se vuelve madejas que este poemario lanza, e invitan a seguir rastros, restos, elucubraciones en torno a entramados de la naturaleza, y tejidos colectivos que recorre una voz que se adentra, permeable y sensual. El tiempo se detiene con la fragilidad que solo la poesía nos ha regalado; el cuerpo desaparece y es voz, palabra que se irradia, inubicable, en sensaciones.
y detrás las mujeres que se pepenan por el desierto, divide estos recorridos en: “Desierto”, “¿cómo hilvanar desiertos?”, “Nervaduras”, “¡Albricias!”, “Medusas” y “Florilegio”. Un poemario para tocar el aire y la grieta, donde el deseo permanece en la sutileza que evoca su cadencia. Vecchiola escarba: entra en la interioridad para pepenar el paisaje –hablábamos- porque con la poesía se habla, desde el páramo y lo que nos sostiene. Y también, erotiza el paisaje como una extensión del cuerpo, un ritmo que se une a los paisajes, una voz parece y se subroga, deseoso. Se pregunta cómo hilvanar espacios y curiosea para unir espacios disimiles. Entonces ingresa hacia una voz colectiva que poco a poco avanza hasta llegar a un florilegio, un ejercicio de compañía escritural, reflexión y homenaje.
Cobran vida en el texto las huellas, nervaduras y rastros, a través de este florilegio; crea un puente y tejidos desde Gabriela Mistral, Guadalupe Santa Cruz, Soledad Fariña, Rosabetty Muñoz, Eugenia Prado, Isabel Larraín, María José Ferrada, entre otras voces femeninas que emergen desde distintas generaciones, intentando responder la pregunta y el deseo que guía este libro, la pregunta al fin, que no encuentra respuesta, inasible, y crea ecos para reconocer una historia que aparece colmada de continuidad en la caleidoscópica diversidad que nos habita.

Ivonne Coñuecar.