La calle de los geranios
Cuando se alumbra la era de las grandes tecnologías, aún quedan las cosas que abastecen la memoria de los seres, aquello que nos hace humanos, con un alma disuelta en sus experiencias; el torbellino mágico que envuelve la simpleza del pensamiento con sus olores, colores y formas que nutren el largo camino que se transita en la vida. La solemne promesa de juntar los ovillos en su tejedor poeta que habilita esta otra mirada escondida en las simientes del sueño, como unas sombras que se alargan para mostrarse en su verdadera forma.
La Calle de los Geranios busca ese inicio detrás de la barrera, un sabio elemento que se abre con una mirada introspectiva para aliviar los males y la desesperanza que se aloja en los pliegues de la calle tan abierta a los que caminan sus veredas.
Conjuga la poesía y la prosa en su vocabulario singular y ameno para deletrear estados y sincronías que se aprestan a divulgar un concierto de palabras que se endilgan a su frontera de creación, sin olvidar el testimonio de aquello que se ha experimentado a lo largo de la existencia terrenal.
Un Ovillo que se deshace en líneas abiertas de momentos. Un recordatorio de los sueños cuando aún hay cristalinas gotas de lluvia que traen un mensaje en su golpeteo sobre los techos.
“La viabilidad de no ir tan lejos, sino viajar detrás de las puertas.”