Mis dos lados
A todos nos ha pasado más de alguna vez que nos aferramos a una lógica que solo tiene sentido en nuestra cabeza, pero al momento de describirla pierde todo sentido. Por ejemplo, un sueño que tuvimos mientras dormíamos. Inmersos en el sueño, todo tiene una coherencia tan clara que vamos al ritmo de su lógica. Sin embargo, cuando despertamos —y todavía más cuando queremos relatarlo—, aquella ráfaga de coherencia va perdiendo total sentido, hasta se nos traba la lengua, pausamos el relato para tratar de entender y contar el sueño con precisión, de manera que no pierda fidelidad. Pero sucede que, mientras avanzamos, el sueño se va desvaneciendo y se vuelve algo muy irreal y lejano.