El río
El río es una fuerza viva que atraviesa los valles y los nutre, sin río, no hay vida, sin agua, no hay nada. Esa fuerza vital natural es la que la autora percibe en sus memorias de infancia, entre mil tonalidades de verdor y el aire limpio, la tierra misma que siempre sintió en sus pies hoy se transmuta en cemento y grises, ya en un camino de vida adulta y monótono, es remecida a menudo por los sueños, por los recuerdos sensoriales de LA VIDA y asimismo debió afrontar LA MUERTE por primera vez de forma directa, al perder a un ser tan amado que vinculaba esta infancia luminosa a lo que se entretejió en su identidad, este desgarrador dolor como a todo ser palpitante la llenó de miedos, dudas y sombras. Así la obra proyecta un viaje de la luz a la oscuridad y pese a ello tal como dijo Heráclito, nadie se baña dos veces en el mismo río, que como cosa viva, deja de ser el mismo tanto el agua como el “nadador”.
Esas gélidas aguas cordilleranas en las que nadó miles de veces, son las que la han visto crecer y han llevado sus días hasta el puerto actual, siendo y no siendo la misma.