Manchado de amor
Sobre las ruinas dejadas por el último terremoto, un niño corre y baja por la pared de una casa que ya fue y no está, y sus restos son el campo de sus juegos, se pone de pie en el mismo lugar donde su propietario, Robustiano Reusterio, ese mismo día a las 23 horas, 32 minutos, seis años atrás, mientras su mujer lo esperaba en la cama matrimonial, en la que habían engendrado dos hijos: uno, el primero, nonato, y el segundo, su adorado hijo de cinco años de edad, que dormía profundamente en la habitación contigua a esa hora, miró por la ventana por última vez para saber cómo estaría el tiempo al otro día para vestirse con la ropa adecuada y por las señales dadas por la noche, pensó: será caluroso, se desprendió de su bata como solía, luego de sus pantuflas en el orden de siempre, primero la izquierda y después la derecha y, cuando se aprontaba a ocupar su sitio habitual en el lecho, lo sorprendió el terremoto.