Aguas documentales
Aguas documentales es un cuerpo textual donde el agua funciona como metáfora de un archivo urgente pero lamentablemente inasible. No se trata sólo de retratar un paisaje —el río Maule, la costa del centro del país, la bruma marina— sino de generar un dispositivo para la memoria precaria de un territorio inundado: las aguas arrastran restos, escombros, nombres, cuerpos y voces que la historia oficial intenta borrar cotidianamente con la oleosa tinta de sus titulares mediáticos.
En esta perspectiva, el documental no es únicamente un registro “realista”, sino una forma que tiene el cuerpo del escritor de organizar esos sedimentos: testimonios, datos duros, el registro del habla campesina, el protocolo del escrito judicial, las notas de prensa archivadas, los relatos orales, cartas y fragmentos de novelas provincianas olvidadas. Esta vida licuada (Bauman), inunda la voz del escribano ya socavada de poéticas, historiografías, teologías y estéticas que como cauces se bifurcan, se remansan, vuelven sobre sí mismos y/o se arremolinan.
Aguas documentales es también una forma de pensar el cuerpo social hecho de retazos de cuerpos de pescadores, detenidos desaparecidos, víctimas de naufragios y de la represión, de mujeres violentadas, de comunidades enteras a la intemperie de un sistema de producción industrial donde esos cuerpos son sumergidos en el silencio. Documentar, en este sentido, no es sólo constatar un cuerpo lesionado, fracturado o desaparecido, sino devolverle un espesor sensible, aunque sea el de la delgada capa de agua que nos escurre en la ducha diaria. Con este documento poético, todo aquello que es anegado entre cifras, sumarios o expedientes se resiste y florece desde la ciénaga del humedal de la historia después de la lluvia.