Tablero
Gabriela Mistral llamó a la poesía “el juego más serio de todos”. Esta sentencia bien podría extenderse a toda obra de arte: un juego donde está en disputa nada menos que nuestra existencia. Con esa premisa se despliega Tablero, libro narrativo dividido en dos partes que, desde su mismo título, evoca la simulación, la estrategia y la pasión. Las citas del Séptimo sello de Ingmar Bergman que introducen cada sección recuerdan que, en este juego, lo que se arriesga es siempre la vida misma.
La primera parte transcurre en un escenario urbano y áspero. Allí, personajes marcados por el fracaso y el silencio luchan, no por gestas heroicas, sino por sobrevivir en medio del derrumbe. Son historias mínimas, íntimas, de una modestia engañosa: retratan pérdidas, rutinas quebradas y heridas invisibles que todos podemos reconocer en nuestras propias experiencias cotidianas.
La segunda parte da un giro radical: nos conduce a un mundo primitivo, apenas en los albores del lenguaje y la civilización. Lo fantástico irrumpe para espejar y deformar, para recordarnos que incluso en ese origen incierto persisten las mismas preguntas fundamentales. En ambas mitades, los protagonistas son figuras marginales, seres que desde la sombra buscan un modo de existir, de mover las piezas en una partida que no comprenden, pero en la que están obligados a jugar.
Con sutileza, humor y hondura, Tablero invita a pensar la vida como un juego serio, donde lo invisible —la maniobra, el vértigo, la vibración de cada movimiento— termina siendo lo más decisivo.