La huaca de la noche
poesía
En los múltiples usos de la palabra quechua huaca resuena, casi siempre, lo sagrado, se trate de un lugar, una entidad o un objeto. Algo admirable o temible, habitualmente extraordinario. Jesús Salazar, en Huaca de la noche, su primera entrega poética, retoma el vocablo, aunque de algún modo lo trastoca. Esta huaca múltiple, que ahora leemos, emplazada en diversos lugares y con sutiles puentes que permiten un tránsito sutil, por ejemplo, entre Chucuito y Playa Ancha, entre el río Ucayali y Valdivia, o entre el cercado de Lima y Santiago Centro, nos acerca, en efecto, a lo extraordinario, pero desde sus reverberaciones en lo cotidiano. Así, una conversación, un rostro, un color, una imagen lírica o una calle transcurrida permiten acceder a aquello que rezuma vida palpitante. Los poemas van configurando, en este trayecto, una suerte de libro de viajes: un álbum de experiencias y una serie de memorias que, con ritmo sereno pero intenso, exploran geografías físicas y emocionales que, a la vez, celebran la palabra, indudablemente dialógica, que les da presencia y contundencia.
Luis Fernando Chueca